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domingo, 15 de julio de 2012

Barranca con mis ojos

Sector de borde de la Gran Piedra Redonda, a la que por error o desidia muchos llaman Tierra, allí donde alguien reposó al belicoso Pacífico frente al ventanal de Orlando, por donde transcurren divinidades femeninas materializadas en femeninas féminas que, cimbreantes y silenciosas, seducen sin tregua hasta a parsimoniosos ojos. 

Sector de borde de la Gran Piedra Redonda, de regiones fabuladoras y genes dominantes, que cobija en sus entrañas a hijos que lo superan en fábula y calidez. 

Sector donde las tardes se las ingenian para caer siempre iluminadas con halos de sol y acaramelar a mustios corazones, y regar a eventuales marchitos ánimos con algún cálido elíxir de fermento embotellado que de niño fue criado en racimo.   

Con el poder de disipar penas, y generarlas luego por nostalgia: Barranca. 

(Lo previo, más que apego territorial, es apego a la nostalgia, a las memorias, a mi gente, pues en esa casi anónima ciudad, casi aldea, casi villa, están acumulados toneles añejos de pasos míos, con profundas huellas, transcurridos en más de veinte años de vivir gamberro, de mocoso explorador y mataperro.)

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